jueves, 7 de abril de 2011

Abuso sexual y pedofilia.


El abuso sexual de menores se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre un
adulto y un menor. Más que la diferencia de edad -factor, sin duda, fundamental que distorsiona toda
posibilidad de relación libremente consentida-, lo que define el abuso es la asimetría entre los
implicados en la relación y la presencia de coacción -explícita o implícita-. No deja, por ello, de
ser significativo que el 20% del abuso sexual infantil está provocado por otros menores.(1)
Las conductas abusivas, que no suelen limitarse a actos aislados, pueden incluir un contacto
físico (genital, anal o bucal) o suponer una utilización del menor como objeto de estimulación sexual
del agresor (exhibicionismo o proyección de películas pornográficas) [1].
No es fácil determinar la incidencia real de este problema en la población porque ocurre
habitualmente en un entorno privado -la familia- y los menores pueden sentirse impotentes para
revelar el abuso [2]. Según la primera encuesta nacional de Estados Unidos, llevada a cabo en adultos,
sobre la historia de abuso sexual, un 27% de las mujeres y un 16% de los hombres reconocían
retrospectivamente haber sido víctimas de abusos sexuales en la infancia [3]. La tasa de prevalencia
de abusos sexuales graves propiamente dichos, con implicaciones clínicas para los menores afectados,
es considerablemente menor (en torno al 4%-8% de la población).